Y ahora... ¿qué?
Esa pregunta me asalta varias veces al día.
Llega la vuelta al cole y paradójicamente yo estoy en la nostálgica resaca del fin de la formación, que se mezcla con la vuelta al trabajo vitalicio y proyectando optimista para que el universo me conceda nuevos proyectos actorales. Me pongo en marcha, tengo energía y optimismo, nuevos conocimientos y ganas de crear nuevas historias.
Reemprendo el networking, contacto con mis compañer@s para saber cómo están, qué tienen entre manos, cómo tienen las agendas, qué les inquieta, de qué les gustaría hablar, crear, vociferar...
Y así paso los días, ojos y orejas abiertos, escuchando, alimentando, escuchando, consolando, escuchando, respirando, escuchando, desesperando, escuchando, apoyando, escuchando... escuchando... escuchando...
Escuchando que la mayoría de mis compañeros no tienen trabajo, (un segundo, que lo especifico), no tienen trabajo remunerado, dialogamos sobre el auto-trabajo, la creación, las compañías y sus entresijos, los presupuestos, la producción... el tema se complica, llegamos a la zona oscura: el salario, la ausencia de salario, los ensayos que no sólo no cobras, si no que pagas porque tienes que pagar el espacio, las necesidades técnicas, el vestuario, la música... pero aún da igual, ¡supervivencia por cabezonería! ¡Sigamos! Si tenemos el producto montado, ya empezamos a hablar de la distribución, la gestión de arañar puertas, de bajar precios, las salas a las que se podría acceder, los ingresos de taquilla al 50%, el intento de solicitar subvenciones... y a pesar de haberlo ignorado (o haberlo intentado), aparece el desánimo.
Las sesiones de escucha creativa se quiebran, giran y se transforman en conversaciones de desánimo general, de vomitarle la culpa a algo, a alguien, a uno mismo, de voluntades frustradas de querer salir del sector, de sueños viviendo del arte, viviendo dignamente... conversaciones de miedo, desánimo, y... silencio.
Hablar con los compañeros hace que se vuelvan a despertar las dudas.
Dicen que seguir trabajando las ahuyenta. La posibilidad de ahuyentarlas se ve distorsionada por la caída de ilusión.
Pero me recomiendan seguir andando. Sin demoras, un pie y después el otro. Darle forma a las cosas/momentos/imágenes que me inspiran.
Pluriempleada me falta energía. Y pienso mucho en ello, en mi bipolaridad profesional. Me licencié en una carrera de una enseñanza considerada oficial y superior, y al parecer, por este hecho tengo muchas posibilidades de tener un puesto de trabajo. Con salario y todo. Pero también me formé como actriz y le he dedicado más tiempo y dinero al entrenamiento y a la ampliación constante de perspectivas, pero al parecer, ser actriz no es un oficio que genere profesión. O sí, pero requiere de más tiempo.
Me han dicho que querer es poder. Que debo buscar hueco y seguir andando. Hablar, compartir, saber que no estamos solos.
Por fin doy con una compañera quiere montar un grupo de entrenamiento. Se me ocurren mil ideas. Confío en mi impulso, aunque el impulso ajeno me ha decepcionado algunas veces. Me viene una imagen que me inspira. Voy a por ella. Monstruos, sombras, conflictos, sueños y príncipes y princesas. Para que luego digan que nos falta material. Lo que nos falta son medios para materializar.
Para ahuyentar a los dragones, primero disiparemos lagartijas.